Aunque se habla más de ella durante el periodo estival, lo cierto es que la deshidratación es un problema que puede darse en cualquier época del año, bajo ciertas circunstancias, y constituye un riesgo muy importante para toda la población. Se trata de una situación ante la que algunas personas, por sus especiales características, son más sensibles. Es el caso de los lactantes, los niños, las personas mayores, las mujeres embarazadas o las madres en periodo de lactancia.
El organismo pierde líquido a través de la sudoración, de la orina y otros procesos vitales. También tomar determinados fármacos (como los diuréticos), procesos febriles o que cursan con vómitos o diarrea, e incluso ciertas enfermedades crónicas hacen que disminuya el nivel de líquidos. Si no reponemos adecuadamente estos líquidos, manteniendo en todo momento un equilibrio hídrico, podemos sufrir deshidratación, una situación límite en la que el cuerpo nos avisa de que algo no va bien con determinadas señales: pérdida de apetito, disminución de la producción de orina, calambres, taquicardia, dolor de cabeza, mareo o desorientación. Cuando esa deshidratación es extrema, el afectado puede entrar en coma o incluso fallecer.
Un buen hábito
Los expertos señalan que es conveniente ingerir de cuatro a diez vasos de líquidos al día, aunque no se tenga sed, especialmente en situaciones calurosas o de esfuerzo físico. Para ayudar a un ingesta diaria adecuada de líquidos, puede ser conveniente ingerir bebidas con diversidad de sabores. En algunas ocasiones, se recomienda el consumo de bebidas con sales minerales y glucosa para facilitar una mejor rehidratación en situaciones de deshidratación leve. No son recomendables las bebidas alcohólicas para evitar la deshidratación pues éstas incluso pueden llegar a provocarla.
La sed no siempre es fiable
No es conveniente guiarse por la sensación de sed, puesto que es síntoma de que se ha producido ya una disminución del volumen total de agua en el cuerpo. Además, la sed es variable de unas personas a otras:
- Las personas mayores y los niños suelen tener una menor sensación de sed, por lo que tienden a beber menos, corriendo el riesgo de deshidratarse.
- Cuando hacemos ejercicio físico, el esfuerzo y las grandes pérdidas por la sudoración también pueden alterar la percepción de la sed. Para prevenir la deshidratación y mejorar el rendimiento, es conveniente hidratarse antes, durante y después de realizar ejercicio físico, y evitar practicarlo en los momentos del día de mayor calor.